
Röcken: El nacimiento de la filosofía de Nietzsche
- Felipe Diaz de Vivar
- 19 jul
- 4 Min. de lectura
En el corazón rural de Alemania, apartado de las rutas turísticas tradicionales y rodeado por campos silenciosos, se encuentra Röcken: un pequeño pueblo que, a pesar de su tamaño y modestia, guarda un peso simbólico inmenso para quienes se interesan por la filosofía. Allí nació Friedrich Nietzsche, y allí está enterrado.
Llegar hasta Röcken
El viaje a Röcken comienza de manera relativamente simple, pero se va volviendo más particular a medida que uno se acerca. Desde Leipzig, el trayecto en tren es fácil hasta ciertas ciudades cercanas, pero el último tramo, ya dentro de la zona rural, se vuelve más complejo: hay que tomar un bus a demanda, un servicio que solo funciona si se lo solicita con anticipación. Esta dificultad para acceder al pueblo ya marca una diferencia con cualquier destino turístico convencional: obliga a una logística distinta, a una actitud distinta.
El pueblo y sus símbolos
Röcken es pequeño, con pocas casas, pero bien cuidado. Se nota que no es un lugar abandonado, pero tampoco está diseñado para recibir grandes flujos de visitantes. Estuve varias horas un domingo, y no habrá habido más de diez personas en total visitando el museo y la iglesia.
El acceso al interior de la iglesia estaba restringido temporalmente por obras de restauración. En el pasado, la iglesia se encontraba en un estado visiblemente deteriorado, con las paredes dañadas y signos de abandono. Actualmente ya se han reparado las paredes y se está restaurando el techo, lo que marca un esfuerzo por conservar el patrimonio del lugar.

El contraste entre el pensador que cuestionó los valores religiosos de Occidente y su tumba ubicada justo al lado de la iglesia donde su padre fue pastor es notorio, y para mí resulta profundamente irónico. Lo enterraron donde había nacido, al lado de una institución que luego criticaría con dureza. Allí también están enterrados sus padres, Carl Ludwig Nietzsche y Franziska Oehler, lo que refuerza la dimensión íntima y familiar del lugar. Algunos podrían ver en eso una imagen del "eterno retorno", pero personalmente no lo interpreto de esa manera. La idea nietzscheana del eterno retorno es existencial: exige afirmar la vida tal como es, con todo lo que contiene, incluso si tuviera que repetirse infinitamente. Implica vivir de tal modo que uno pueda aceptar una repetición eterna. Que su cuerpo esté enterrado donde nació podría parecer una coincidencia cargada de simbolismo, pero en este caso me resulta más una circunstancia familiar que una expresión de su filosofía. Es irónico, sí, que repose junto a una iglesia, pero eso no transforma el lugar en una declaración filosófica.
Junto a la iglesia hay tres estatuas de Nietzsche. Son rústicas, toscas, sin detalles refinados, y eso les da cierto valor inesperado: no hay una celebración grandiosa, sino una presencia discreta. En una de ellas aparece con una mujer a su lado, de rostro mejor definido: se interpreta que podría tratarse de Clío, la musa de la historia. Las estatuas fueron realizadas con motivo del centenario de su muerte, en el año 2000. Esta falta de monumentalidad refuerza la sensación de que Röcken no busca exhibir a Nietzsche, sino simplemente recordar que allí comenzó todo.
Museo, objetos y la sencillez
La casa donde nació se mantiene en pie y funciona como un pequeño museo llamado Nietzsche-Gedenkstätte Röcken. Es una construcción humilde, sin grandes pretensiones. Dentro hay algunos carteles informativos, libros bajo vitrinas, un zapato (presuntamente suyo) y una fuente bautismal perteneciente a la comunidad parroquial de Röcken-Bothfeld, muy probablemente utilizada en su bautismo. No hay mucho más, pero tampoco hace falta: esa austeridad refuerza la idea de origen.

El inicio de una ruptura
Su padre, Carl Ludwig Nietzsche, era el pastor protestante del pueblo: una figura central dentro del entramado religioso local. A los ojos del pequeño Friedrich, representaba tanto el amor paternal como el eje moral del mundo que lo rodeaba. Su padre murió en esa misma casa cuando él tenía apenas cuatro años, y algunos meses después falleció también su hermano menor, Joseph. Esa doble pérdida marcó profundamente su infancia, acentuando la sensación de fragilidad y desarraigo. A sus cinco años, tras ambas muertes, su madre Franziska, su hermana Elisabeth y él se mudaron a Naumburg, dejando atrás un entorno que había sido tanto nido como ruptura.
Ese quiebre marcó el inicio de una mirada distinta sobre la realidad. Ese fue, para mí, el verdadero comienzo de su filosofía: partio desde la ruptura emocional, la pérdida de sentido y el desarraigo posterior. Aunque su crítica a la religión se desarrollaría más tarde, en lugares como Bonn, Leipzig y Basilea, el detonante de su pensamiento no se encuentra en un aula ni en las demás ciudades donde vivió. Comienza allí, en Röcken.
Caminar por ese pueblo, por esos campos, permite intuir el paisaje emocional donde comenzó a gestarse su sensibilidad trágica, tras la experiencia temprana de pérdida y desconcierto. El viaje físico se vuelve también una forma de viajar al origen de una crisis que fue transformada en sistema de pensamiento.
La caminata de regreso
El momento más introspectivo no fue planeado. Al no tener a mano el servicio de bus de regreso, decidí caminar. Desde Röcken hasta Großlehna, cruzando Nempitz y Lützen, pasé más de una hora y media andando por caminos rurales, entre campos abiertos. Ese desplazamiento físico se transformó en un espacio mental: no solo para pensar en Nietzsche, sino también para observar con calma la tranquilidad del entorno rural. Me permitió reflexionar sobre mis propias ideas, con una distancia distinta, y experimentar una forma de pensamiento ajena al ritmo de ciudad. Fue una caminata que, sin proponérselo, completó la experiencia del viaje.

Conclusión: por qué vale la pena ir
No hay grandes monumentos, ni una experiencia inmersiva, ni multitudes. Y eso está bien. Röcken ofrece otra cosa: contexto. Es un lugar para quienes tienen interés en la filosofía y desean ver con sus propios ojos dónde comenzó una de las miradas filosóficas más revolucionarias del pensamiento moderno. El silencio rural y la sencillez del entorno hacen que la visita sea una forma de entender el origen de la mirada de Nietzsche, que transformó la filosofía de forma radical y marcó un antes y un después en la historia del pensamiento.
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